Cada paso que daba lo acercaba más a esa
casa; de la que tanto había querido alejarse y a dónde ahora se dirigía con
paso firme, no porque quisiera realmente volver, sino porque tenía simplemente
que hacerlo; cada paso lo sentía más pesado, y cada paso a su vez incrementaba
su ritmo cardíaco; a él que nada lo alteraba, ésta simple caminata, a la que
alguna vez fuera su casa lo tenía nervioso , se acercó más, una cuadra, era lo
único que lo separaba de aquélla casa, y de golpe entonces… todos sus recuerdos
se vinieron, esa infancia pérdida, esa adolescencia mal llevada, esa juventud precipitada,
todo se agolpó en su mente; sólo tres casas y estarían frente a frente , él y
todo sus demonios del pasado, él y ese padre ausente, y a veces terriblemente
presente, y entonces llegó , ahí estaba iba a tocar a la puerta, que extraña se
veía … le era familiar pero le resultaba extraña, una fachada triste, como su
alma ; y entonces tocó , y frente de él , lo recibió su padre , que en ese
preciso instante abría la puerta.
Y en
esa puerta , en vez de ver a ese hombre fornido a quien tanto temiera;
vio a un sencillo viejecito , maltratado por la vida, con arrugas sobre
arrugas, enfermo, de palidez extrema , y sintió compasión; quizás no pudo
perdonarlo al momento, pero tampoco podía odiarlo viéndole así; él no sentía
nada más que simple compasión por este señor que ahora mismo abría la puerta,
no podía odiarle… la persona a quien tanto temía se había gastado con los años,
y sin duda quién le abría no era ya la misma persona, a quién tanto
resentimiento le guardara.
Entró, dio un paso hacia la casita azul,
apenas iluminada por un foco amarillo de luz débil, dio la mano al viejecito y
por tristeza o compasión, realmente no sé, lo abrazó. Habían tardado más de 40
años en darse ese abrazo, el mismo tiempo que él había tardado en regresar a
casa, pero al fin había llegado.
CONCEPCION ZETINA PEREZ
26 de julio del 2010.
Comentarios
Publicar un comentario